Con el 100% del escrutinio realizado, Dilma se imponía con el 56% de los votos mientras que su rival, el opositor José Serra, alcanzaba el 44%. Abordada en el coche presidencial, la presidenta electa visiblemente feliz se dirigía a su pueblo. «Estoy muy feliz, prometo honrar a los brasileños» fueron sus primeras palabras.
Según fuentes de su equipo de campaña, después de su primera comparecencia ante la prensa como presidenta electa, Rousseff tenía previsto acudir hasta la Explanada de los Ministerios, donde la esperaban más de 6.000 personas ansiosas por celebrar su victoria. Tras la celebración, seguiría rumbo al Palacio de Alvorada, residencia oficial de la Presidencia, para reunirse con Lula.
Continuidad política
Pese a la encarnizada campaña durante la cual los dos candidatos se dijeron de todo frente a las cámaras, los brasileños acudieron ayer a las urnas con la tranquilidad de que, ganase quien ganase, todos seguirían la estela marcada por el presidente Lula.
La prensa brasileña retrata a la primera mujer presidenta del Brasil como una política de mucho carácter, seria, dura, exigente y temperamental. Ella se defiende y denuncia a los simplistas señalando que cuando una mujer ejerce un cargo con autoridad apelan al estereotipo de «dama de hierro». Por todo esto, durante la segunda vuelta intentó dulcificar su rostro. La ex jefa de gabinete de Lula da Silva –quien el pasado 3 de octubre no consiguió evitar la segnda vuelta al obtener un 46,9% de los sufragios, por 32,6% para Serra– promete continuar con las principales políticas del presidente saliente, quien se apresta a dejar el cargo en medio de astronómicas niveles de popularidad que rondan el 90%.